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El bucle mental

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Si ves algo desagradable que no puedes cambiar, pero te disgusta profundamente, puedes evitar mirarlo, pretender que no lo viste, o incluso quejarte de lo que viste.

Sin embargo, la escena seguirá en tu mente, con cualquiera de las tres reacciones. Y cada vez que vuelva esa imagen, volverás a sentir agitación, rigidez muscular, quizás malestar físico o anímico.

¿Qué haces cuando te incomoda tu trabajo, o el jefe, el equipo, los clientes, pacientes, la empresa

¿Qué hacemos cuando nos sentimos aislados, no reconocidos, sobrepasados, o fuera de lugar?

Hay una emoción poderosa que aparece cuando te quemas. Tiene tanta fuerza que es capaz de precipitarte al vacío, si no eres consciente de ella.

Es cuando quieres cambiar lo que estás viviendo, porque lo que vives te hace sufrir. Pero no puedes cambiar esa experiencia, porque no depende de ti. 

Aparece una profunda decepción, impotencia, hay tristeza. Suele haber mucha rabia, que vamos conteniendo. 

A veces, proyectamos nuestro malestar en personas cercanas, sin quererlo, sin poder evitarlo. Cuando eso sucede, se complica más el torbellino emocional, porque asoma la culpa. Reforzando otra vez  tus voces internas castigadoras, hablando a lo loco, gritando en el interior de tu mente.

Luchar contra un trabajo que te disgusta, te desgasta

La frustración es darse contra la pared, una y otra vez. Y, aun así, vivir en la ingenuidad de que, si golpeamos de nuevo la pared con fuerza, una vez más, quizás algo se mueva.

Silencio. Las paredes se mantienen. Los muros van creciendo a medida que crece tu disgusto

Mientras no ves que estás batallando contra lo que no depende de ti, sigues desaprovechando tu energía vital.

El estrés laboral nos mantiene en una historia inventada que se repite en la que, mentalmente, luchamos continuamente contra los molinos-gigantes. Una lucha absolutamente estéril.

No tenemos poder para cambiar a otros, sino desde nosotros mismos. Somos piezas de un sistema: cualquier movimiento en ti, provoca un movimiento en el conjunto. Sin embargo, el movimiento del conjunto es un efecto de tu propio movimiento.

Por eso, si no puedes cambiar los estresores y las dificultades de tu trabajo, si estás sufriendo por ello, primero empieza a rendirte ante tu propia frustración. 

Este paso nos lo saltamos

Vamos directamente a proyectar el malestar hacia fuera. En realidad, es mucho más fácil buscar y encontrar culpables que aceptar el malestar en ti. Esto es la llamada evitación experiencial

Deja que salga la tristeza, dale espacio a la rabia, acepta sabiamente que las cosas son así, en este momento.

Lejos de llamar a la resignación, la aceptación sabia nos invita a recoger toda la energía que dispersamos cuando enfocamos la atención en los demás, en lo que no podemos cambiar. 

La aceptación inteligente, invita a gestionar el impacto emocional que hay en ti. Para pasar a la siguiente fase, sin estancarte en la lucha.

Porque el estrés se produce dentro de ti, en el marco de un proceso mental, emocional y físico. Sucede en el mundo interno de la persona que lo sufre, nunca fuera.

Necesitas tu propia energía para cuidar de ti. Ríndete a lo que hay, suelta la necesidad de transformar lo que no puedes cambiar. Por mucho que duela.

Después, cuando te hayas rendido a la evidencia, te quedarás a solas contigo. 

Y en el siguiente espacio de pausa que te permitas, en la siguiente respiración consciente que des, entrarás un poco más en ti. 

Para ver cómo la frustración, la rabia, la impotencia… van perdiendo intensidad cuando aceptamos que están ahí, dando paso luego a nuevos estados mentales y emocionales.

Esto sucede cuando entrenamos la mente, para apartarla del campo de batalla. Para reorientar los pensamientos hacia ti, de manera constructiva. 

Fuera del campo de batalla “de la historia que te cuentas cada día”, con la que te justificas para no mover ficha, está la vida

Fuera de esa narrativa toxica, está tu tiempo de calidad, está lo que aprecias, están tus ilusiones. Están tus sueños.

Fuera del bucle mental, está la realidad más real.

Fuera del campo de batalla mental, fuera del estrés, te espera toda tu energía vital, disponible y liberada

Únicamente soltando la lucha, ganas suficiente claridad para percibir las oportunidades que no estás viendo.

Primero: ríndete a lo que hay. Suelta lo que escapa a tu control.

Segundo: céntrate en tu proceso. Trabaja en el espacio de tus posibilidades, con eso es suficiente. 

Tercero: déjate sorprender por todo tu potencial. 

Cuarto: entrena tu mente. Mantén el foco de tus pensamientos en tus objetivos.

La vida nos sostiene cuando nos rendimos a ella. 

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