Hablo con muchas personas que no confían en ellas mismas.
Quizá eso siempre estuvo ahí, por experiencias de la vida, y esto se refuerza enormemente cuando entramos en estrés.
Desde la supervivencia, simplemente cedemos el poder personal, empequeñecemos frente a la amenaza externa.
A menudo, los perfiles autoexigentes, responsables, persisten en complacer, cumplir expectativas, atender las demandas, encajar en ese lugar de trabajo, por muy hostil que sea.
Porque todos los seres humanos necesitamos ser vistos y reconocidos.
En el proceso del estrés laboral, a medida que te vas desgastando, vas olvidando también cuánto vales.
Algo que el entorno reafirma quitándote el valor que te corresponde, por ser quien eres, tal cual eres.
Y miramos hacia el exterior, jefes, compañeros, equipo, buscando una y otra vez la validación de quiénes somos.
En ese proceso de cesión del poder personal, nos olvidamos de validarnos nosotros mismos.
Nos falta la confianza.
Porque la pusimos fuera, en un entorno que sigue sin vernos ni reconocernos como merecemos.
Se trata de cambiar la mirada, girando el foco de la cámara de tu atención, como siempre digo, hacia ti.
En algún punto del proceso de estrés en el trabajo, te desconectaste de ti.
Te hiciste pequeña o pequeño, te abandonaste, te sometiste, dejaste de respetarte, simplemente porque dejaste de mirarte.
Hoy te invito a que vuelvas a encontrarte contigo, con el ser maravilloso que eres.
Veo personas brillantes al otro lado, excelentes profesionales, con grandes capacidades.
Talentos que pueden alcanzar todo lo que se propongan.
Pero estas personas, debilitadas por el burnout, el estrés crónico, han dejado de confiar en sí mismas.
Si no confías en ti, en tu criterio, en tu brújula interna, no puedes liderar tu vida profesional.