Ha pasado un mes desde el inicio del año 2024. Seguramente, tenías algunos buenos propósitos, tal vez algún nuevo proyecto, o simplemente el deseo de cambiar ciertos hábitos en tu vida.
Ahora que ha pasado un mes, puedes ver cuántos de esos propósitos has llevado a término. Quizás alguno, quizás ninguno. Tal vez ni siquiera tuviste tiempo de reflexionar sobre ello, y otro año ha empezado con la misma inercia.
Pero no vamos a juzgar lo que has cumplido o no. Hay algo mucho más importante que te quiero recordar.
Es un objetivo que he incluido en mi lista y que suele pasar desapercibido: dejar de forzarme, en cualquier sentido.
Normalmente, estamos en el hacer y en el “tengo que”. Nos ponemos listas largas de tareas, en el trabajo y en casa, listas largas de objetivos, hacemos coaching para cumplir metas profesionales, etc.
Pero… ¿dónde queda lo que no quieres seguir haciendo? ¿Escribiste deshacerte de ello en tu lista de objetivos?
“Dejar de” es una saludable manera de cumplir objetivos.
Mientras no dejes de hacer lo que te disgusta, eso que haces a la fuerza, por obligación, incluso hasta con rechazo, ¿cómo podrás invertir energía en lo que te hace sentir bien?
Tal vez por el momento no puedes dejar de hacer tu trabajo, pero seguro que puedes dejar de trabajar como lo estás haciendo.
Dejar de hacer horas extra por sistema, dejar de decir que sí a todo por el miedo al qué dirán, dejar de compartir tiempo con quienes no te aportan, dejar de ir a trabajar algún día si te encuentras mal y permitirte descansar.
Dejar de exigirte estar disponible para tus jefes, compañeros o clientes las 24 h del día, dejar de ceder todos tus espacios personales.
Dejar de obligarte a ir al gimnasio si no te apetece y buscar algo que te guste más para hacer ejercicio. Dejar de escuchar lo que te intoxica en el trabajo, dejar de sufrir tanto cada día…
¿Qué puedes “dejar de hacer hoy” para no convertir tu vida en una condena?
Mientras no me paro a respirar, no puedo observar lo que hay en mí, cómo me siento y lo que quiero. Sea lo que sea.
Mientras no observo para tomar consciencia de lo que hay en mí, no puedo cambiar nada. Cuando no detecto en qué áreas del trabajo o de la vida “me estoy obligando hasta la asfixia”, entonces la asfixia llega. Con una crisis de ansiedad, con insomnio, con falta de tiempo y calidad para tus seres queridos, con agotamiento emocional, apatía, depresión.
Puede que te asuste dejar de hacer algo que te agobia, con lo que no te sientes a gusto. Esto es natural, porque lo has incorporado a tu vida creyendo que no eres capaz de cambiarlo.
Te invito a detectar qué cosas te agobian, dónde te estás forzando, y dejar de hacer alguna de ellas. Elige algo sencillo.
Observa la sensación de liberación cuando dejas de hacer lo que no te apetece, aunque sea algo muy sencillo. Date cuenta de la sensación de expansión que surge en ti.
Eso que aparece, es tu propia energía. La que quedó aprisionada en el “tengo que”.
Necesitas liberar esta energía para seguir cambiando todo lo que no te gusta.
Hasta llegar al trabajo que deseas y el estilo de vida que quieres vivir.
Necesitamos recuperar la libertad personal a la que renunciamos para satisfacer las expectativas de los demás.
Renunciamos a ser libres y hacer lo que nos apetece e interesa, para ser aceptados.
Sin libertad personal, tu bienestar se queda en la lista de objetivos por cumplir.
Deja de forzarte hoy.
Empieza con una intención, sigue con un pensamiento, y después, una acción tras otra.
Ponte en coherencia contigo: tu vida sucede ahora.